per BERNABÉ BEN H'AROPSAID
“El desierto es el único lugar del mundo
que contiene todos los caminos, donde todos
los caminos se resumen en uno solo: el horizonte.”
ivan flores: La casa sola
“Yo no enseño ni adoctrino, lo que hago es relatar.”
m. montaigne: Ensayos. Libro III. Cap. II
1• “Cada hombre lleva en sí la forma cabal de la humana condición”. (m. montaigne: Ensayos. Libro III. Cap. II). Discreta venia es para quién todavía, como el asno de buridán, no sabe qué camino tomar, ni cómo salir de sí mismo. Que tiene más miedo al bochorno de hablar en público, que a la verdad. ¿Con quién puedo hablar, cuando estoy con ellos? Me pregunto siempre. Y si hablara, ¿a quién estaría hablando? ¿A todos, a ninguno? Detengo mi pensar y me pongo a orar, se me acumulan las emociones hasta la saturación, y me producen dolor. Busco tu rostro, padre, y estás ahí: tan cerca y tan lejos. Testimonios vivos de ti son y, a través de ellos, contigo, quisiera hablar como ellos lo hacen, pero siempre callo, miro y escucho, hasta hacerles daño, con temor de romper algo. Todo lo que pueda llegar a decir no alcanza para dar cuenta del punto ciego desde el cual lo hago. Ni sé si tiene demasiado sentido lo que acabo de decir, pero dicho está.
2• “Si no es todo el mismo decir, es todo el mismo penar” (j. saramago). Compartir el mismo sentir mediante palabras simples y naturales, de unión y no de división, que nos ayuden a recordar lo que ya sabemos y que una maldición maldita nos hace olvidar, como si no pudiéramos saber lo que siempre supimos. Un decir natural que anteponga el relato fiel de un sentir antiguo que crea el tiempo por ser memoria de lo que nunca ha sido, pero que ha de ser y debe ser, a la verdad o falsedad de cualquier concepto o explicación, que siempre vienen después cargados de lluvia como las nubes de olvido. Un decir ,obediente, porque sabe escuchar y sentir, y que, obedientemente, quiere decir lo que dice sin reparar en que lo dicho sea algo nuevo muy antiguo o algo antiguo muy nuevo -¡qué más da!- Importa más hacer transparente e inmediato la vieja sabiduría de la pobreza, el beduino sentir de los pobres.
Los pobres no poseen la ciencia, sólo cuentan con un lastrado y profundo sufrimiento traicionado por la lengua. Pero a ellos les es dado el sentir de los hombres, y cuando se siente con profundidad se recuerda, y cuando se recuerda se sufre; y se sufre por lo no vivido, y por los que no han vivido, por su ausencia prematura.
Te sobreviene, entonces, una melancolía infinita, una amargura amarga que alumbra pensamientos terribles como que no es este el tiempo de la vida, que querer vivir hoy es morir para siempre, que la vida buena vive en los sueños todavía, por lo menos hasta que todo cambie. Sin embargo, creo que esta amargura es gracia: “la tristeza que viene de Dios lleva al arrepentimiento y por él a una salvación irreversible. En cambio, la tristeza de este mundo produce la muerte” (2co 7, 10-11). Una muerte demasiado criminal para ser natural, pero enormemente persuasiva y convincente:
“Vendrán más años malos
y nos harán más ciegos;
vendrán más años ciegos
y nos harán más malos.
Vendrán más años tristes
y nos harán más frios
y nos harán más secos
y nos harán más torvos”
(rafael sánchez ferlosio)
Pero no debemos engañarnos, no podemos ser tan tontos que empezando por el Espíritu terminemos por la carne (ga, 3, 3), que olvidemos el hilo conductor de nuestra revelación.
No es suficiente con una recta opinión ni con un recto hacer, tenemos que aferrarnos a lo que los ilumina, a un recto sentir que viva la verdad de las víctimas inocentes de la historia.
El sentir de los pobres vive en el desierto, está aplastado por el cautiverio y lucha como sólo una brizna de hierba verde que no quiere caer sabe hacerlo, ¡agarrándose al aire contra todo y contra todos! Gimiendo por una transfiguración que le lleve al otro lado de la opresión, hacia su otro verdadero: la liberación y las bienaventuranzas.
3• “Necesario es que Dios toque nuestro ánimo: preciso es que nuestra conciencia se enmiende por sí misma, mediante el refuerzo de nuestra razón y no con la ayuda de la debilidad de nuestros apetitos: la voluptuosidad no es en esencia pálida ni descolorida porque hasta los ojos legañosos y turbios lo advierten” (m. montaigne). Necesario es que Dios toque nuestro ánimo en estos tiempos difíciles de profecía y oración: hombre, naturaleza y Dios están siendo combatidos, destruidos y vencidos por el tedio, la sociedad del espectáculo y la idolatría del dinero. El mal está destruyendo todo lo que el hombre fué y soñó, lo que la naturaleza ha sido y lo que Dios será. Una inteligencia artificial positivista que al bien llama supervivencia, a la vanidad belleza y errores compensados a la verdad, -¡cuánta muerte no tendrá ya ante sus ojos!-. Pero un conocimiento que deja de saber aquello que puede y debe saberse no es ciencia, es necedad y tiranÍa, que no es posible lo uno sin lo otro.
Y no podemos engañarnos, dicho más claramente, o desengañarnos de una vez para siempre que “en realidad, la raiz de todos los males es el amor al dinero” (1 tim 6, 10) y nunca “nada será suficiente para quien lo suficiente es poco” (epicuro, sv 68) si no aprendemos a quedarnos satisfechos con tener alimentos y ropa (1 tim 6, 8).
4• “Por eso os digo: Se perdonará todo pecado y toda palabra que ofenda a Dios, pero la palabra que ofenda al Espíritu Santo no se perdonará. El que habla en contra del Hijo del Hombre será perdonado, pero el que hable contra el Espíritu Santo no será perdonado ni en esta vida ni en la otra” (mat 12, 31-32). Se puede ser misericordioso, pero no necio. Si aprendiéramos a no juzgar, que en esto consiste el secreto de la oración, aunque claro ... Un algoritmo dista mucho de ser un juicio; es más bien una operación que ni afirma, ni niega, ni dice, ni cuenta, pero sí sujeta, liga y ata. Y si esta sujeciÓn además, se puede mecanizar, tenemos como resultado un discurso tan extraño como asombroso, algo así como el discurso propio de nadie, ¿cómo es posible que nadie diga y que su no decir sea el decir?
Concebir es ver algo, es una acción teórica, es decir, insisto, un acto de contemplación. Sin visión no hay concepción, pero la sujeciÓn algorítmica ¿es también una acción teórica? Para ser teórico se tiene que estar viendo algo, pero ¿qué permite ver el algoritmo? ¿Ver el ver? Y, si eso puede ser, ¿no hace falta entonces un simulador? Pero los simuladores ¿no tienen algo de caja negra? (Es decir: de no saber con exactitud lo que ocurre en su interior, por lo que su verdad es su éxito). Sin embargo,... se oye el mar..., pero no lo buscamos dentro de una caracola. Si fuéramos capaces de hacernos con una caracola tal que nos permitiese oír el mar, ver el mar, tocar el mar, en definitiva: sentir el mar, seguiríamos sin encontrar el mar, por la caracola sentiríamos el mar, pero nunca nos encontraríamos con la mar y “no comprender el mar es perderse en casa” ( ivan flores). Tendríamos un curioso sentir abstracto - o ¿la abstracción del sentir?- consistente en un sentir sin sentir nada, que sería algo así como sentir sin alteridad. ¿De qué comunicación podriamos hablar entonces? Quizas habria que llamarlo simplemente conexiÓn o estimulaciÓn o manipulaciÓn, pero nunca más comunicación. Se desprende de lo dicho una paradójica situación, que parece broma si no fuera trágica: nadie dice nada sintiendo sin sentir en una comunicación no comunicativa. En fin, no sé ..., que la realidad sea como la pensamos y no como la sentimos, en su momento fue una urgencia. Cada uno puede sentir lo que quiera, pero pensar -si pensamos con método- se llegó a pensar que pensaríamos lo mismo, como mínimo de atenernos al pensamiento mismo y no a lo que cada uno pudiera sentir. Ahora bien, este pensar lo mismo se nos reveló más diverso de lo que cabía esperar o se deseaba, salvo en un aspecto: el pensar nada nadie. Nadie nada piensa y siente, y, sin embargo, en su hiperactividad algorítmica lo es todo y en todo está. Nada parece existir sin nadie, pero nadie está en nada. Nada es realidad y nadie piensa. Sin alteridad todos son nadie y nada es “ya lo que fue en manos de tan infinita angustia” (rilke).
5• Infinita angustia que se disuelve en la perfecta alegría franciscana, en la que creo profundamente. La perfecta alegría muestra y confirma que el futuro es de los pobres y de no ser así significaría que no hay futuro: ni para Dios, ni para la naturaleza ni para los hombres. La perfecta alegría nos enseña el camino del recto sentir, que se deja plasmar por la verdad de lo que debe ser, de lo que ha sido y de la verdad más terrible: la que está siendo. Nos pone en el horizonte de la “civilización de la pobreza”, como diría Ellacuría. Nos enseña, no como el tedio a vivir según la medida de nuestro paladar, sino según la medida de los que sufren.
Entiendo la perfecta alegría antes que, como utopía, como forma de resistencia y combate contra la “civilización de la riqueza”. No porque haga de la necesidad virtud, sino porque, sencillamente, creo que la pobreza es buena y la riqueza es mala. No digo que los ricos sean malos y los pobres sean buenos. Digo que la pobreza es buena para todos y la riqueza mala para todos. Y entiendo, también, que este combate, personal y colectivo, es económico, político y cultural; en definitiva: revolucionario.
El modelo de bienestar de las clases medias debe ser sometido a crítica: ¿cómo hacer de la austeridad un programa económico? ¿cómo convertir la pobreza en política y cultura? ¿cómo dejar de ser un solidario ilustrado y ser solidario pobre?.-También yo- me hago estas preguntas, y a sabiendas de que con la acción de la pobreza franciscana llega la represión, pero también la esperanza, y que siempre habrá pobres entre nosotros.